22 de agosto de 2010

Profesor de Filosofía



El curso de Irene no iba tan mal como sus padres lo creían, tan sólo re cursaría una materia, y es que la Filosofía no se le da muy bien. Las inscripciones según el calendario escolar iniciarían la próxima semana, tendría que inscribirse pronto. Pero eso no era lo peor del caso, tendría que perder sus vacaciones para poder aprobar la materia.
La siguiente semana regresó al colegio para inscribirse, de inmediato le asignaron un grupo y un salón, las clases darían inicio justo el día siguiente, había escuchado algunas cosas sobre estas clases, pero jamás lo había vivido en carne propia. Regresó a casa ya entrada la noche, y subió a su habitación, se acostó sin cenar, pero algo en su interior no le permitía conciliar el sueño. Parecía que apenas había logrado dormir cuando su despertador sonó, lo desactivó. Entro a la ducha, lo que disipó un poco su sueño, se arregló y se fue directo a clase.
Ya en el salón, sus compañeros eran de varios grados, ninguno que Irene conociera, ni le interesaba hacerse amiga de nadie y tomó asiento hasta que el maestro entró. Y vaya sorpresa la que se llevó al darse cuenta de que era un alumno, pero al parecer era la única a la que pareció importarle, el joven se presentó como Julián Tovar, tomó las listas y comenzó a llamarlos. Yo como siempre era la primera.
- ¿Acebedo, Irene?- Al instante levantó la mano, y todos giraron su vista hacia ella. – Tendrías que decir presente.
- ¿Es qué acaso eres el verdadero maestro?- Hizo la pregunta como un impulso, no le convencía que ese muchacho supiera más que ella acerca de la materia y tenía que salir de dudas.
- Por supuesto que lo soy- Quiso hablar pero él la silencio siguiendo con la lista.

Al parecer sí sabía más que Irene sobre Filosofía, incluso estaba comprendiendo todo lo que él decía, parecían haber transcurrido tan sólo 20 minutos y no la hora que duró la clase. Guardaba sus cosas cuando Julián se acercó.

- Dudabas de mi capacidad, o ¿por qué la pregunta de hace rato?- Era un tipo alto y que la obligó a levantar la cara para poder mirar sus ojos de un vivido color café.
- Francamente sí profesor, es su edad.
- Y también porque no soy profesor.
- ¿Me ha engañado?
- Al menos no un profesor con título, me ofrecieron dar la clase por mis excelentes calificaciones.- No parecía contento al decirlo.
- Eso es genial, tu clase es fantástica, si hubiera tenido un maestro como tú antes, seguramente no estaría aquí.
- Gracias, bueno tengo que irme. Nos vemos la clase siguiente.
- Por supuesto profesor.- Irene dijo el comentario bromeando, con cierto énfasis en la palabra “profesor”, así provocó la sonrisa de Julián mostrándole sus dientes blanquísimos.

La siguiente semana de clases fue bastante divertida, Julián incluía dinámicas para que los alumnos aprendieran más fácil y sus notas mejorarán considerablemente. Se llevaban bastante bien con el profesor, si realmente fuera un profesor sería excelente dando clases, Irene se preguntaba si sería una aspiración de Julián verse convertido en profesor, y se animó a preguntarle un día después de clase.

- ¿Nunca has pensado en dar clases?
- Tuve que pensarlo antes de aceptar dar esta clase.
- No me refiero a eso. Sino ser un profesor titulado.
- No en realidad.
- ¿Te gustaría?
- Creo que sí. Pero no me imaginó dentro de 50 años en un salón de clases.
- Tampoco en un Despacho Jurídico o ¿sí?
- Bueno, no.
- Yo sé que serías fantástico, lo has demostrado estas semanas, podrías hacerlo, además lo disfrutas.
- Creo que tienes razón.

Salieron del salón y se fueron a casa. Inesperadamente comenzó a llover mientras Irene se dirigía a casa, sacó presurosamente las llaves haciendo que resbalaran,  las tomó del piso, y vio que Julián caminaba por la otra acera. Gritó su nombre, haciendo que el atravesará la calle; lo tomó de la mano, aunque se resistió, hasta que llegaron a la marquesina de la casa de Irene donde se cubrieron de la lluvia.

- ¿Qué necesitas?- Me preguntó Julián.
- No quiero que se moje, profesor.
Abrió la puerta y entramos en la cálida sala del hogar, Irene se quitó la chaqueta y la tiró al pisó, estaba muy mojada.

- Gracias Irene, no hacía falta.
- No sabía que vinieras en la misma dirección que yo.
- No sabía que vivieras en la misma dirección por la que voy.
- ¿Quieres algo de ropa seca?
-  Así estoy bien.
- Ven, abra algo de mi hermano que sirva.
- ¿Tienes un hermano?
- Algo más bajito que tú y sus hombros son menos anchos, pero espero que algo te sirva.

Entraron a la habitación de José, hermano menor de Irene, encontró una playera adecuada y Julián entro al cuarto de baño a cambiarse mientras Irene hacía lo mismo en su habitación, extrañamente sintió en ese momento la atracción enorme hacía su profesor a la que se había resistido las últimas semanas, ¿le atraía realmente o era un ataque de esos repentinos? Tardó cinco minutos en ponerse algo atractiva para él y salió, estaba recargado afuera del baño, con la vista pérdida. Julián también la vio y su mirada recorrió el cuerpo de Irene. A Julián le gustaba, era una chica hermosa, se había vestido maravillosamente, con su cabello rizado que caía húmedo sobre sus hombros, los ojos color caramelo de Irene destellaban, llevaba un pantalón corto y una blusa que destacaba sus pechos.

- ¿Listo?
- ¡Listo! , gracias por la ropa, ¿nadie se molestará?
- No, nadie lo sabrá. Mis padres llegan tarde y no es hasta que sale mamá del trabajo cuando recoge a José de la escuela. Para esa hora ya te abras ido.
- De acuerdo.

Se quedamos mirando y el silencio incómodo apareció, Julián sería un excelente maestro de Filosofía para su edad, pero no un buen seductor. Fue Irene quien tomó la iniciativa.

- Entonces vayamos a secar tu camisa.
- Excelente idea.

La secadora estaba en el sótano, bajaron y secaron la camisa, para no perder tiempo Irene preparó té, la camisa de Julián estuvo lista, era tiempo de que se fuera, no había excusas. Julián se cambio, estuvo listo y fueron a la puerta, ya había cesado de llover, aunque el cielo amenazaba con volver a llover.

- Irene, gracias de verdad. Fue algo muy amable de tu parte.
- No es nada.
- Gracias de todas maneras, mejor me voy antes de que comience a llover de nuevo.
- Sí, adiós.
- Adiós.

Así de seca fue la despedida, ni siquiera un beso en la mejilla que tranquilizará los despiadados latidos del corazón de Irene, quizá se había ilusionado con Julián demasiado rápido, había creído que era un momento intimo entre ellos. Lo había sido, pero Julián no cedió.
Desde aquel día se alejó de Julián, no quería hacerse daño imaginándose una relación que nunca podría florecer entre ellos, si bien no por la edad, sino por la actitud de su profesor de filosofía. Eran seis semanas de curso, había llegado ya el día en que le entregarían la constancia de estudios,  Julián ya había adelantado calificaciones, y un ocho no era mal número, al contrario era de las mejores calificaciones de ese período, Irene sabía de antemano que había sido gracias a Julián, quería agradecerle.
Fue la primera en recibir la constancia, me retire del salón y esperó a que sus compañeros salieran, Julián salió después del último alumno. Irene se adelantó a bajar las escaleras para interceptarlo, pero se distrajo y Julián se adelantó.
- ¡Julián! Espera, tengo que hablar contigo-. La sonrisa de Julián demostraba esperanza como sus ojos, pero no fue hasta mucho tiempo después que Irene se dio cuenta de ese pequeño detalle.
-¡Enhorabuena Irene! Aprobaste la materia.- Y ahí estaban de nuevo aquellos dientes, mostrándose en un arco perfecto confeccionando una sonrisa maravillosa. Repentinamente Irene paró en seco frente a él, no sabía que decir, pero continúo.
- De eso quería hablar.
- ¿Cómo has dicho?
- Bueno, más bien, te quería agradecer lo que has hecho por mí.
- ¿Lo qué hice por ti? Sí has sido una buena alumna, tú lo conseguiste.
- Sí, pero no hubiera sido buena alumna sin un buen maestro.
- ¿De eso querías hablar?- Estaba decepcionado, por un momento se hizo ilusiones con Irene, que tonto.
- Sí, muchas gracias Julián.
- Por nada Irene, bueno tengo que retirarme.
- Por supuesto, espero verte en otra ocasión.
- Ojalá sea pronto- Decía Julián mientras se alejaba.

Esa fue la última conversación que tuvieron, fue su despedida. En el siguiente curso el desempeño de Irene en filosofía mejoró notablemente, y todo gracias a Julián. Jamás lo volvió a ver en la escuela después de vacaciones, preguntó por él y nadie sabía nada, era como si nunca hubiese existido o desaparecido de la faz de la Tierra.

Siguió con los estudios pre-universitarios, las calificaciones seguían siendo las de siempre, mi comportamiento, mis amigas. Pero no su estado de ánimo, se había enamorado de Julián y no se había atrevido a confesarle sus sentimientos aquel día. Hoy pensaba con cierto optimismo que lo volvería a ver, deseaba hacerlo, entonces revivía la despedida en su mente y recordaba la sonrisa de Julián, la que le había impedido olvidarlo durante todo ese tiempo. Mientras que Julián había podido quizá sacarle de su mente y estar estudiando en la Universidad Irene seguía pensando en él, con la esperanza de volver a verlo algún día.
Y ese día llegó, para entonces Irene estaba en la Universidad, había ido a una cafetería con unas compañeras, cuando lo vio, estaba sentado con un hombre mayor, sintió como sus piernas temblaban bajo la mesa, Julián la había visto aún, estaba frente a ella, de perfil, tenía que actuar antes  de que se fuera, otra vez. Dejó a sus compañeras sentadas sin ninguna explicación mientras se dirigía a Julián, lentamente, pensando en que diría, en la reacción de él.
Antes de que pudiera acercarse más, el señor se levanto de su asiento, tomó una silla de ruedas y ayudó a Julián a subir a ella.  Irene comenzó a llorar sin saber bien el por qué, no pudo acercarse a Julián, tuvo que regresar a su mesa, sus compañeras comenzaron incesantes preguntas que jamás respondió y prefirió salir del lugar detrás de Julián, lo siguió y pudo ver la casa en la que vivía.
De regreso a su casa ideó un plan, pasaría por aquella casa al día siguiente esperaría por ver salir a Julián y saludarlo. Llegó a casa caminando, llorando, fatigada, pero a nadie le importaba, todos en la familia tenían sus asuntos, subió a su cuarto y descansó.
Al próximo día no podía esperar por el toque de salida en la escuela, se hizo eterno, hasta que por fin el timbre anunció la salida, corriendo se dirigió a la casa, se detuvo frente a ella y esperó, parecía deshabitada, pero era la misma donde había visto el día anterior a Julián no podía haber fallado. Angustiada fue a la casa de al lado, tocó el timbre y un instante después una joven abrió.
- Hola, disculpa, ¿no sabes si tu vecino es Julián?- Estaba agitada, desesperada por la respuesta y la chica parecía estar desorientada.
- ¿El chico en silla de ruedas?
- ¡Exacto, él mismo!- Julián si vivía ahí. Había esperanzas.
- No sé su nombre, acaban de mudarse hace poco.
- No importa, es él, gracias.
- Pues acaba de salir con sus padres, no sé si tarden, pero podrías esperar en la banca de su jardín.
- Gracias, ¿te importa si lo hago en tu banca?
- No, hace mucho que nadie la usa.
- Bueno, gracias.
- De nada, ¿oye te gusta el chico?
- Es un amigo, hace mucho que no lo veía, me ha costado dar con él.
- Ok, bueno tengo que hacer tarea, suerte.
- Gracias.

Tomó asiento en la banca, no sabía cuánto tiempo había pasado, estaba esperando un auto, cuando vio las luces de uno se levantó y comencé a caminar hacia la casa, el auto siguió derecho por la calle, no era el que esperaba. Esperaría el tiempo que fuera posible ahí afuera por volver a ver a Julián, qué había sucedido con él para dejarlo en esa silla de ruedas, un portazo la despistó disolviendo sus pensamientos, era la vecina de Julián, iba hacía ella.
- Han tardado más de lo que esperaba.
- No importa, no llevó prisa.- Le aseguré-.
-  De acuerdo, hace rato, no nos presentamos, soy Judith.
- Mucho gusto Judith, soy Irene.
- Lo mismo digo Irene, ¿voy a la tienda de abarrotes, me acompañarías, así pasa el tiempo?
- Me agrada la idea, vamos.
La miscelánea estaba cerca, compraron algunas cosas y volvieron a casa de Judith, el automóvil de Julián estaba ya fuera de la casa.
- Mira, ¡ya han llegado!- Judith sonó entusiasmada.
- Ya lo veo. Bueno nos vemos después.- Nos despedimos frente a la casa de Julián y fui directo a tocar la puerta.
 Una señora adulta salió a abrir. Supuse que era la madre de Julián.
- ¿Si, que se te ofrece?
- ¿Está Julián?
- Está descansando.
- Necesito verlo, de verdad.
- Será mejor que regreses después, apenas regresamos, está cansado.
- De verdad necesito verlo. Por favor no tardaré.
- Pasa a la sala, haré lo posible para hacerlo salir de la habitación.
- Muchas gracias.
- Por nada, le hace falta un poco de compañía.

La señora se adelantó, no había dudado en dejarla pasar, notó que de verdad necesitaba ver con urgencia a Julián. El cuarto de Julián estaba en la planta baja de la casa, su madre entró a buscarlo. Sabía que sería difícil hacer salir a Julián de la habitación, tuvo que engañarlo para lograrlo. Julián apareció frente a Irene. El rostro de Julián se crispó.

-  ¿Julieta, qué haces aquí?
- Resulta que soy amiga de tu vecina, te vi entrar hace un rato y no resistí la tentación de pasar a saludarte, saber que ha pasado contigo, qué ha sido de tu vida.- Su voz estaba un decibel más alto de lo que acostumbraba hablar, estaba entusiasmada. Con suerte nadie lo notaría.
- Pues bien, ya me saludaste, has visto que ha sido de mi vida- Miró hacia la silla de ruedas con enojo - Ya te puedes retirar.
- No es suficiente para mí, además tu saludo no fue cortés.
- La joven tiene razón hijo, ni siquiera nos has presentado, no seas grosero- Intervino la madre de Julián.
- Ok, madre, ella es Irene, una ex alumna, Irene ella es mi madre, Inés.- Julián seguía con expresión de enojo en su cara, Irene estaba indignada, le habían arrebatado al Julián alegre, divertido, que había conocido hacía poco menos de un año, ¿pero quién se había atrevido a convertir aquel joven hermoso en un chico sin fuerzas ni autoestima?, ella amaba a Julián y lo ayudaría quisiese él o se negará. Estaba decaído, pero seguía estando maravillosamente guapo, la tez clara de Julián contrastaba a la perfección con el cabello negro y sus ojos resplandecientes lucían ahora apagados.
- Mucho gusto señora, sabe Julián fue un gran maestro para mí.
- Julián me lo había contado antes, sobre ti…
- Mamá deberías hacer unos bocadillos.
- Me encantaría hijo, inmediatamente los traigo. Espera aquí Irene.
- No, está bien yo la ayudo.
Julián se quedó en la sala, esperando mientras Irene y su madre preparaban algo para comer. Julián se pregunto en la soledad de la sala a qué había regresado Irene.
-  Señora, disculpe que sea yo tan entrometida, pero es que no me imagino que le pudo suceder a Julián para qué se encuentre así, es inimaginable.
- Lo sé hija, el día que nos dieron la noticia todos nos sentimos terrible, esto le ha cambiado la vida a Julián. Hace unos cinco meses, Julián y un amigo salieron a una fiesta, no revisaron el auto en el que iban, ya tenía fallas y perdieron el control, se estrellaron con una pared, el conductor falleció, Julián sufrió un traumatismo en la pierna, puede volver a caminar, pero Julián no quiere una rehabilitación, sólo toma medicamentos para aliviar su dolor, gracias a Dios no perdió la pierna.
Inés lloraba por lo bajo, Irene tuvo que contenerse de no hacerlo y consoló a Inés, terminaron de preparar los bocadillos y regresaron a la sala. Tomaron unos bocadillos mientras Inés e Irene platicaban un poco, también hubo tiempo de conocer al padre de Julián, Alberto, era muy amable, a pesar de su edad, Irene se dio cuenta de que era exactamente a Julián. Habría sido igual de apuesto que Julián de joven, por supuesto.
-  Sabes Julián tenemos que hablar, en privado.
- Por supuesto, Inés vamos arriba para que los chicos platiquen.- Complació Alberto que estaba muy contento con la visita.
- Pero papá… - Julián estaba algo renegado.
- Hijo, no te va a pasar nada, sólo vamos arriba- Seguido de esto, le hizo un guiño a Irene y subió con Inés.
- Bueno ya estamos solos, ¿de qué quieres hablar?
- De nosotros. Mira Julián, me di cuenta de que te necesito.
- ¿Necesitarme, para qué?
- Julián, te amo, me enamoré de ti.
- ¿Cuándo? Cuando me viste en esta maldita silla, no eso no es amar, a eso se le llama lástima.
- Sé perfectamente diferenciar entre la lástima y el amor, y yo estoy enamorada de ti.
- Eso piensas, no podrías estar con alguien como yo, la gente dice cosas…
- Para ya Julián, esas son ideas tuyas, ¿cuándo ocurrió el accidente no te cambiaron el corazón? Estás muy diferente, no sonríes, no eres el mismo, no eres el Julián que conocí y me cautivó.
- Entonces deberías irte, porque ese Julián que necesitas no existe más.
- Julián, espere por ti todo el día, en una banca ahí afuera, no sólo para reñir contigo, te dije que te amo. Eso quería, quiero estar contigo.
- ¿No dijiste que eras amiga de mi vecina? Y si ya me dijiste lo que querías, deberías irte.
- No somos amigas, la acabó de conocer hace un rato, esto no es una coincidencia, la coincidencia fue ayer, te vi en aquella cafetería pero no pude saludarte, te seguí hasta aquí y me decidí a venir aquí hoy. Y no me iré, no te dejaré perder de nuevo Julián.
- No debiste hacerlo.
 Por más que Julián luchará para que Irene se marchará fue imposible, se tendría que rendir así le costará horas, además el también la amaba, sino ella no se habría arriesgado.  
- Siempre dices “no deberías”, y no te creo, al contrario, pienso que estás satisfecho.
- Quizá, pero ese no es el punto.
- ¿Entonces cuál es?
- No lo sé. Pero… ¿Por qué no me dijiste nada el último día que nos vimos?
- No pude, era lo que más quería, pero tú tampoco lo hiciste, pensé que no querías nada de mí.
- Que equivocada estabas, quiero decir, qué equivocada estás.
- ¿Lo dices en serio?
- ¿Me quieres Irene?
- Ya te dije que sí.
- Irene, no puedo resistir más, es ahora o nunca.
- Dime Julián.
- Te amo Irene.
- Lo sabía, todo está bien, aquí estoy.
Fue cuando por primera vez sus labios se encontraron en un beso ardiente, cargado de desesperación, ambición y pasión que se extendió hasta satisfacer la necesidad, nada podría describir como se sentía Julián ni Irene en ese momento, por fin después de tanto pensar en encontrarlo, lo había hecho y había hablado con él. Había logrado decirle que lo amaba y él le correspondía

¨¨¨¨¨

Iniciada la relación de Julián e Irene, él cambio profundamente, regresó el Julián alegre, con ánimos de Irene se sometió a la rehabilitación, se apoyaron bastante en ese tiempo, la relación apenas se forjaba, con unos lazos tan estrechos que se pudo hablar de matrimonio, la fecha no se pudo concretar hasta que Julián se levantó de la silla de ruedas, su empeño era el máximo, la boda se fue preparando y un maravilloso día de otoño intercambiaron votos. Julián con el impulso de Irene termino una Licenciatura en Filosofía, lo que a su vez ella en Comunicación Social, después de terminadas sus carreras una nueva bendición llegó para ellos, tendrían su primogénito, a los nueve ansiados meses, nació un varón, un bebé adorable y hermoso que consumó la alegría de un nuevo hogar.

Licencia de Creative Commons
Profesor de Filosofía by Andrea Solís Sánchez is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.




8 de agosto de 2010

Bienvenidos

¡Buenas tardes! 


Chic@s me da mucho gusto que quieran leer. En mí nuevo blog encontrarás sobre todo pequeñas novelas, lo actualizare siempre que se pueda, espero subir todas las novelas para que haya variedad, espero que comentes y digan sus opiniones que es mega importante para mí, las críticas siempre son buenas. 


Ojalá les guste el material. Espero a tod@s por este, su espacio. ¡Que lo disfruten! 


Andie